“… vi a otro ángel descender
del cielo, y la tierra fue alumbrada con su gloria.” (Apocalipsis 18: 471)
Perdí la cuenta
de las veces que escribí estas líneas, también perdí la cuenta de las veces que
sonreí al ver tu nombre aparecer en mi celular, como ahora que me dices ‘Nena ¿Cómo
estás?’, no respondo, detesto sonreír por ti. De la misma manera que detesté
quedarme con la boca abierta la primera vez que te vi.
Nadie me preparó para verte entrar por la
puerta de aquél lugar o para escucharte recitar con claro nerviosismo unos
versos de algo que no recuerdo ¿Y Cómo recordarlo? ¿Cómo? Teniendo tantas cosas que mirar, como la forma
nerviosa de tocar aquel fino azabache
oculto bajo los restos de un tinte sin retocar.
Sabía que estaba
mal, sabía que mi corazón no podía detenerse al escuchar tu risa, pero que
difícil fue evitar que mis manos tiemblen con tu mirar. Aceptar que provocabas
mil emociones en mí fue lo más duro de pasar y mirá que rompí una relación de
dos años sin parpadear. Pero cuando agarraste mi mano ya no hubo vuelta atrás,
sentí cómo Dante me arrastraba hasta el sexto nivel del infierno, cómo mis
dedos expulsaban humo con cada roce.
TUC
TUC
TUC
y
otra vez a temblar.
Me dio risa como
te mirabas en el espejo la otra noche, a la vez que me decías algo sobre tu
aspecto, ¡JA! Si supieras la belleza que emanas en cada paso, ni Odín, ni
Thorin, ni el Rey de los Sith se resistirían a ti, así que dime cariño ¿Cómo
esperas que yo, simple y banal mortal, me resista a ti?
Evolet Pitt
♥
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