La Pianista de largos dedos, sentada sobre la butaca.
La vista se le desvió involuntariamente hacia el púlpito desde donde procedía la lectura de los Salmos.
Sus ojos se perdían en la infinitud del azul grisáceo,
eclipsados por unas cuantas lágrimas.
Ella, embelesada.
Ella, absorta.
Ella.
Cautivada por la mágica melodía del piano.
Ella, seducida.
Ella, fascinada.
La Pianista de largos dedos,
estaba enajenada, triste.
Comenzó a acrecentarse el ritmo
estaba enajenada, triste.
Comenzó a acrecentarse el ritmo
del latir,
palpitar
bombear.
Ella, las dejó caer.
Ella, no se percató.
Ella.
No percibió las notas resbalar de sus dedos
con pulcra suavidad.
Y por el suelo de la capilla
las notas se esparcieron .
las notas se esparcieron .
La Pianista de largos dedos,
se irguió nuevamente en su
butaca
Al momento que la tormenta estalló;
Y las primeras gotas de lluvia
arremetieron
contra los vitrales.
Lucia Galluccio
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